domingo, 26 de febrero de 2012

CRÍTICA - MI SEMANA CON MARILYN

Estimable biopic que se sustenta principalmente por unas fantásticas actuaciones

La vida, obra y contradicciones de Marilyn Monroe son de sobra conocidos por todos, pero, desgraciadamente, han estado poco explotados en el cine. El debutante Simon Curtis nos propone una película con cierto regusto a telefilme (al fin y al cabo está financiada por la BBC); que deambula a través de una historia con no mucho que contar, pero que, gracias a un buen trabajo actoral y unos diálogos notables, ayudan a desarrollar una película que no pasará a la historia, aunque ni mucho menos dará al espectador la sensación de haber perdido el tiempo en el cine. 

Infinita es la lista de elogios que se merece Michelle Williams por su actuación, que nos permite conocer a la verdadera Marylin, a esa Norma Jean que tan mal lo pasaba mientras dejaba imágenes para la historia, quizás infantil y demente, pero que, como se desprende de la película, tenía un talento especial para enamorar a la cámara, y al público. También magnífico el siempre excéntrico Kenneth Brannagh, al que le encaja perfectamente la figura de Lawrence Olivier: el actor (él sí que reconoce que sobreactúa y que el cine no es lo suyo) que usa la gracia divina de Marilyn para volver a triunfar, mientras lidia con una mujer celosa (Viviel Leigh, aquí Julia Ormond) y un grupo de compañeros (las correctas Judi Dench, Emma Watson, entre otros) más dispuestos a caer rendidos ante la belleza de la actriz que sus directrices.

El film avanza de forma notable, entre bromas ligeras y guiños al cinéfilo, por una primera mitad en la que Curtis se permite algunos alardes posmodernos (grabaciones en diferentes formatos) que ayudan a la fluidez del filme; mientras que al final se ve sometido al yugo de la historia sentimental entre Marilyn y Colin (Eddie Redmayne, que sin ser insustancial, es deslumbrado por el resto del reparto) grabada de forma casi manufacturada y donde se nota demasiado que la producción viene de parte de una televisión.

Nota: 7’25 (sobre 10) 


Mini-crítica de "Collateral", de Michael Mann


Con un punto de partida interesante, unas interpretaciones sólidas y una bella estética y fotografía de la noche de Los Ángeles, Michael Mann es capaz de resolver un thriller con pocas pretensiones y un desarrollo a veces lento e ilógico. Pero sacándose de la manga su buen hacer cinematográfico, consigue que el espectador se agarre en más de una ocasión a la butaca (ese final…) o disfrute de escenas de acción bien grabadas (el tiroteo en la discoteca) mientras la historia transcurre a veces con saltos o añadidos innecesarios que merman la paciencia del espectador durante los 120 minutos del filme. En resumen, Michael Mann se saca de encima con artesanía y gracia una película de encargo que no se tarda en olvidar.

Valoración: 6,5 (sobre 10)


martes, 14 de febrero de 2012

GRANDES ERRORES EN UN RODAJE QUE NINGÚN DIRECTOR JAMÁS TE COMENTARÁ


  • No planificar, planificar y PLANIFICAR: ¡hay que planificar hasta las pausas para mocarse! te surgirán tantos problemas, dudas y quejas propias tuyas y de colaboradores, que aún tendrás suerte si puedes seguir la mitad de lo que planeaste, pero al menos tendrás un 20% seguro tal como lo concebiste y planeaste. Aquí también se incluye todo lo referente a localización (la debes conocer a ella “y sus circunstancias” mejor que tu mano) y las condiciones y otras condiciones del día de grabación. Como si fuera un mantra tibetano: planificar, planificar, plani…
  • No saber entender y amar la canción (en un videoclip): porque la canción es el centro del universo de lo que está sucediendo delante del espectador, por lo que es necesario entender que las imágenes son “solo” un complemento que refuerzan lo que se escucha. Y cuando digo amar no es que te guste la canción (ni siquiera el estilo) sino entenderla y acabar queriéndola tal como es. Cuando acabes el rodaje podrás “divorciarte” de ella y despotricar a  gusto.
  • Creer que la gente va estar bien 8 horas y tiene las mismas ganas e ilusión que tu: acéptalo, cuando uno graba se siente algo especial, el amo del universo, poderoso como el que más al dar órdenes, admirado como nunca al ver tanta gente escuchando lo que dice…pero se olvida que el resto son personas humanas, y que se sienten un minúsculo satélite del universo, y que odian al que dice chorradas mientras deben callar. En resumen: hay que motivar primero y dar cariño después, sino la gente ve la situación como una obligación, y no dará, ni mucho menos, lo mejor de sí.
  • Las ínfulas de grandeza: relacionadas con lo anterior, pero también con la idea de lo que se va a grabar, pero tranquilos, esto tiene fácil solución…el tiempo y el resultado final. Porque cuando veas los sucios por primera vez, pocas veces la reacción será positiva…
  • Hacer lo que tú quieres o te empeñas, no lo que se merece la canción (o el guión, o el proyecto...). Otra vez más: la canción es el centro, la razón de ser del proyecto, y nos hemos de adecuar a ella… porque al revés es imposible.
  • Querer contentar a toda la gente que te rodea: dado que hay mucha gente que dará su tiempo de forma gratuita, y porque mucha gente (con mayor o menor cuota de razón) te aconsejará, propondrá nuevas cosas, y si le dices que sí a todos…no acabaréis nunca.
  • No ser un líder cruel y sanguinario: “¡al loro!”, ni puedes contentar a todos, ni puedes enfadar a todos, pero ha de quedar claro quién manda aquí; de la misma forma que poner demasiada seriedad en el proyecto es un grave error, la gente debe saber que hay niveles de mando, y tú estás arriba de todo.
  • Complicarte la vida: o como mínimo, excederte en manierismo y cosas difíciles, principalmente porque dependen de dos cosas: tiempo y dinero, justamente, lo más valioso y difícil de conseguir para cualquier director.
  • Pensar que tendrás tiempo para “tirar la caña ahora que soy guay”: entiendo que esto se explica por sí solo, aunque una buena solución es que alguien monte una fiesta para después de la grabación :-D
  • No editar y montar el resultado justo al acabar: contra más tiempo pase del último plano grabado a que te pongas a montar, más vagancia te dará y acabarás más “horrorizado” por lo que grabaste.
  • Pero sobretodo, NO estar tranquilo con uno mismo: si has aprendido algo, ya valió la pena. Estate seguro que el próximo será mejor, vuelve a convencer (o tomar el pelo) a la gente que haga falta y que sepas que si te han quedado ganas de seguir rodando tras el último desastre y todos los problemas a su alrededor, bien por ti chaval, sigue dedicándote a esto, quizás valgas para esto.

domingo, 12 de febrero de 2012

RESCATANDO A YVES KLEIN

Quizás este nombre no le suene a mucha gente, pero quien lo conoce, sabe que se trata de un artista que dejó tras de sí una áurea de leyenda y una pátina de fantásticas obras y performances absolutamente memorables. 
Yves Klein (Niza, 1928 - París, 1962) es un artista englobado dentro del movimiento del Nuevo Realismo, se puede decir que su obra tiene dos vertientes: una misticista y que entiende el arte como una puerta o vía para llegar a un nivel superior espiritual; y la otra, consecuencia de la primera, observa el arte desde una forma cómica e irónica, por la imposibilidad de alcanzar emocional del primer ámbito.


Veamos como las dos vías se entrecruzan en casi todas las cosas que llevó a cabo: empecemos con la fotografía Saut dans le vide,  donde le vemos saltar, con los brazos abiertos, alegremente hacia la calle; y es que Yves Klein, muy marcado por el pensamiento japonés (llegó a tener bastante éxito practicando judo profesionalmente) buscaba una forma de sentirse un cuerpo inmaterial, de representar un sentimiento de tal calibre dentro del mundo real, su deseo no es volar sino emulsionarse con el aire, flotar en la inmensidad del espacio, sobrevivir dentro del vacío. Un vacío que, des de su otro punto de vista, usa para reírse del sistema del arte, de las personas que lo forman y especialmente de él mismo: para presentar la obra The Void (“El Vacío”) montó una fastuosa fiesta de bienvenida a los visitantes que llegaban a la galería, pero atónitos, éstos descubrían que la sala estaba, justamente, vacía; pero la cosa no acaba aquí, Klein, (todo un showman)  lanzó todo el dinero recaudado al río Sena, ahí es nada.


Justo al mismo tiempo, Klein empezó a trabajar con sus campos de color monocromo, intentando fascinar al espectador con el poder del color, lo que es una herencia visible de artistas del Expresionismo Abstracto como Rothko, que pintan obras de grandes dimensiones que abrazan al espectador e intentan funcionar como puertas a nuevas realidades. Klein empezaría investigando con diferentes colores (especialmente el naranja) pero acabó asentándose en el azul, en una tonalidad exacta, a la que le acabaría poniendo su propio nombre.


Pero el juego con el color azul no acabó aquí: si podía jugar con él, ¿porqué no podía jugar con el público? Y aquí es donde pasamos a la parte de su obra más controvertida y conocida: las antropometrías, donde situaba, en una sala de exposiciones, un lienzo en el suelo y otro sobre una pared, untaba chicas jóvenes de pintura azul y usaba sus cuerpos para pintar los cuadros, mientras una orquesta tocaba una simfonía dedicada a tal ocasión y un pátina de gente selecta contemplaba lo que sucedía. Otra vez más, se conjugan arte y sarcasmo: la belleza de la creación representada en las atractivas muchachas muchachas coloreando los lienzos mientras Klein, vestido cual dandy, enunciaba las maravillas de lo que estaba sucediendo a un grupo de ricachones que contemplaban atónitos.



Finalmente, con la necesidad vital de seguir hurgando en una manera de expresarse en modos de representación etéreos, Yves Klein llegaría a trabajar con fuego, tanto desde la escultura como la pintura chamuscada, desgraciadamente, un ataque al corazón se llevó este genio a una edad demasiado temprana.