Quizás este nombre no le suene a mucha gente, pero quien lo
conoce, sabe que se trata de un artista que dejó tras de sí una áurea de
leyenda y una pátina de fantásticas obras y performances absolutamente memorables.
Yves Klein (Niza, 1928 - París, 1962) es un artista englobado dentro del movimiento del Nuevo Realismo, se puede decir que su
obra tiene dos vertientes: una misticista y que entiende el arte como una
puerta o vía para llegar a un nivel superior espiritual; y la otra, consecuencia
de la primera, observa el arte desde una forma cómica e irónica, por la
imposibilidad de alcanzar emocional del primer ámbito.
Veamos como las dos vías se entrecruzan en casi todas las
cosas que llevó a cabo: empecemos con la fotografía Saut dans le vide, donde
le vemos saltar, con los brazos abiertos, alegremente hacia la calle; y es que
Yves Klein, muy marcado por el pensamiento japonés (llegó a tener bastante éxito
practicando judo profesionalmente) buscaba una forma de sentirse un cuerpo inmaterial, de
representar un sentimiento de tal calibre dentro del mundo real, su deseo
no es volar sino emulsionarse con el aire, flotar en la inmensidad del espacio,
sobrevivir dentro del vacío. Un vacío que, des de su otro punto de vista, usa
para reírse del sistema del arte, de las personas que lo forman y especialmente
de él mismo: para presentar la obra The Void (“El Vacío”) montó una
fastuosa fiesta de bienvenida a los visitantes que llegaban a la galería, pero
atónitos, éstos descubrían que la sala estaba, justamente, vacía; pero la cosa
no acaba aquí, Klein, (todo un showman) lanzó todo el dinero
recaudado al río Sena, ahí es nada.
Justo al mismo tiempo, Klein empezó a trabajar con sus campos de color monocromo, intentando fascinar al espectador con el poder del color, lo que es una herencia visible de artistas del Expresionismo Abstracto como Rothko, que pintan obras de grandes dimensiones que abrazan al espectador e intentan funcionar como puertas a nuevas realidades. Klein empezaría investigando con diferentes colores (especialmente el naranja) pero acabó asentándose en el azul, en una tonalidad exacta, a la que le acabaría poniendo su propio nombre.
Pero el juego con el color azul no acabó aquí: si podía jugar con él, ¿porqué no podía jugar con el público? Y aquí es donde pasamos a la parte de su obra más controvertida y conocida: las antropometrías, donde situaba, en una sala de exposiciones, un lienzo en el suelo y otro sobre una pared, untaba chicas jóvenes de pintura azul y usaba sus cuerpos para pintar los cuadros, mientras una orquesta tocaba una simfonía dedicada a tal ocasión y un pátina de gente selecta contemplaba lo que sucedía. Otra vez más, se conjugan arte y sarcasmo: la belleza de la creación representada en las atractivas muchachas muchachas coloreando los lienzos mientras Klein, vestido cual dandy, enunciaba las maravillas de lo que estaba sucediendo a un grupo de ricachones que contemplaban atónitos.
Finalmente, con la necesidad vital de seguir hurgando en una manera de expresarse en modos de representación etéreos, Yves Klein llegaría a trabajar con fuego, tanto desde la escultura como la pintura chamuscada, desgraciadamente, un ataque al corazón se llevó este genio a una edad demasiado temprana.
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