Tras un final de verano complicado y una entrada de año revuelta,
parece que las aguas de la economía europea se han calmado un poco, lo que nos
permite reflexionar y evaluar lo ocurrido hasta ahora en el viejo continente.
Es cierto que podríamos estar horas observando muy
diferentes fenómenos y decisiones polémicas desde múltiples puntos de vista,
tantos como países conjugan nuestra unión, pero parece necesario centrarse en
algo que ha dejado de aparecer en los titulares: la oposición frontal de
Alemania a que el Banco Central Europeo imprima dinero, principalmente para
ayudar a reflotar las economías con problemas.
El análisis se puede hacer desde muchas perspectivas, pero
nos centraremos en las económicas, más exactamente tres de ellas; quizás las
menos evidentes a la vista y las que, en el fondo, son la base de las
decisiones que se están tomando:
- - Una razón histórica: Alemania sufrió una
terrible hiperinflación durante los años 20, que quizás no sea la más severa
(este dudoso honor se lo lleva Hungría, por la del año 45) pero sí que es
difícil negar que tuvo unas consecuencias finales tan horribles como fue el
nazismo, y esto, lógicamente, ha calado muy hondo.
- -
Una razón política: los estatutos del BCE lo
dejan todo claro y sin posible discusión, su objetivo principal es vigilar y
evaluar la estabilidad financiera, y todo gira en torno a esta concepción; a
diferencia de la FED que tiene como propósito clave promover el crecimiento
estable para Estados Unidos, en Europa la labor está en no padecer situaciones
“explosivas”, ni más ni menos.
-
- Una razón social: más allá de valoraciones
personales sobre el europeísmo de la Cancillera Merkel, se han de entender dos
cosas, la primera es que los alemanes rigen el BCE a placer, y la segunda, que
Alemania es un gran país de ahorradores. Y como sabemos, una subida
desproporcionada de precios funciona como una tasa a quien guarda dinero en moneda. La
relación parece clara ¿no?
Los tres puntos comentados hasta ahora parecen muy simples y
muy básicos, pero son fundamentales: sin ellos no se entiende ni una sola del
resto de decisiones que se han tomado, pero también demuestran que un cambio de
mentalidad pasaría por un tiempo largo de reflexión profunda de los líderes
europeos, o una situación crítica de la Unión Europea donde Alemania debería
jugar a una especie de ruleta rusa, y ya se verá si contando con la opinión de
sus socios europeos o directamente sacrificando a alguno.
De momento, las aguas, aunque igual de oscuras desde hace cuatro
años, parecen estar más calmadas, y los gobiernos más tóxicos están llevando a
cabo los ajustes comandados por Europa. Pero no olvidemos que los analistas
pronostican un crecimiento casi nulo o negativo para la zona euro, que junto a
regiones con una situación de desempleo preocupante y unos mercados acechando
presas fáciles, hacen que algunos estemos pensando en comprarnos un chubasquero
contra posibles marejadas.
Recordando el dicho marino: “En la tierra y en la mar se
ahoga el que no sabe nadar”.
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